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Tal día como hoy, 1 de marzo, pero de 1896, el físico francés Henri Becquerel,  descubre una nueva propiedad de la materia que bautizó con el nombre de radiactividad, lo que le hizo merecedor de Premio Nobel de Física en 1903, galardón que compartió con el matrimonio Curie.

Después del descubrimiento de los rayos X, en 1895, muchos científicos en todo el mundo comenzaron a buscar una explicación de la naturaleza de esos misteriosos rayos, y uno de ellos fue Becquerel.

Becquerel se interesó por ese brillo fosforescente asociado a los rayos X, preguntándose si estos eran los únicos que tenían propiedades fotoluminiscentes. Así que, por pura casualidad, trabajando con sales fosforescentes, en concreto sales de uranio, observó que sin necesidad de exponerlas a ningún tipo de radiación previa, como los rayos del sol, las placas fotográficas situadas cerca de estas sales quedaban veladas. Esto ocurría incluso estando las sales envueltas en papel o tapadas con metal. Sin duda alguna, la sal de uranio estaba emitiendo de forma espontánea algún tipo de rayos, que atravesaban distintas sustancias y eran capaces de velar una película fotográfica.

A esta nueva energía que según Becquerel salía de la nada no se agotaba con el tiempo (lo cual sabemos hoy que es erróneo) la llamó radiactividad. Fueron luego Pierre y Marie Curie quienes demostrarían que era el uranio, y no toda la sal de uranio, la fuente verdadera de la radiación.


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