Nacida en Connecticut en 1902, Barbara McClintock se describía a sí misma desde muy pequeña como “independiente, con capacidad para estar sola”.
Vivió y estudió con sus tíos en Nueva York con el fin de aliviar las dificultades económicas que pasaba su familia. Se matriculó en la Universidad de Cornell, a pesar de la oposición de su madre, que se resistía a que sus hijas hiciesen estudios superiores porque “perjudicaba sus opciones de contraer matrimonio”.
Dentro de la botánica se sintió muy atraída por la reproducción del maíz, la manera de teñir sus cromosomas para mirarlos al microscopio y ver su multiplicación, la transmisión de sus caracteres dando diferentes razas… Sus investigaciones y descubrimientos fueron importantes para el avance de la genética en otros seres vivos distintos
de la planta del maíz.
Pero para llegar a concluirlos, Barbara tuvo que cambiar varias veces de Universidad. Fue rechazada y a menudo no le avisaban para las reuniones entre los compañeros de su mismo departamento. Seguramente su descripción de “independiente, con capacidad de estar sola” le acompañó los 90 años de su vida.