La vida de la mujer en el siglo XIX giraba en torno a la cocina. Lo peor es que después de comer se prolongaba el trabajo para fregar los platos.
El primer lavaplatos mecánico manual lo presentó Josephine Cochran, una estadounidense nacida en 1839. La verdad es que ella no fregaba los platos en su casa, pues era rica y tenía criadas que lo hacían. Sin embargo, un día se empeñó y quiso que su vajilla china se tratase con mimo: “Si nadie inventa una máquina de lavar platos, la inventaré yo misma”. Y en 1886 creó su propio aparato, que patentó en 1888. El 1893 lo presentó en la Feria Mundial de Chicago, pero solo se empezó a utilizar en grandes hoteles y restaurantes. Seguramente era más barato lavarlos a mano o pagar a alguien para que los lavase. Además, ¡menudo armatoste para la cocina! Hay que conectarlo al grifo y salen los platos totalmente mojados.
Menos mal que el lavavajillas se ha perfeccionado y ya tiene su fontanería permanente y su sistema de secado. Pero claro, para que se perfeccione un invento antes tiene que haber un inventor, en este caso una inventora.