La relevancia de adquirir un estilo de vida físicamente activo para mantener un estado de salud adecuado es incuestionable (Delgado & Tercedor, 2002). El concepto de salud debe ser entendido desde una perspectiva tridimensional, donde aspectos biológicos, psicológicos y sociales son determinantes para conseguir una mejora del bienestar y calidad de vida (OMS, 2004).

Dentro del ámbito de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO) para la Educación Física (EF), este fenómeno cuenta con un análisis científico global en su orientación a la salud más bajo. Delgado & Tercedor (2002) señalan que el área de EF se encuentra en un momento dinámico y de cambio de gran importancia, donde la utilización de investigaciones para la complementación del estudio del movimiento o la motricidad en este campo es tanto interesante como a la par necesario.

Uno de los grandes problemas en la sociedad actual es la prevalencia de enfermedades crónicas en la edad adulta (Bianco et al. 2016; 2017). Esto es consecuencia de un estilo de vida sedentario, el cual es asumido desde edades tempranas, en la infancia y adolescencia (Moreno-Murcia, Moreno & Cervello, 2007).

Otra de las consecuencias directas de este estilo de vida sedentario es el aumento de sobrepeso (Bianco et al. 2016; 2017), y por tanto, la dificultad para la práctica de un deporte o actividad física. Este fenómeno es algo cada vez más observado en los centros educativos, siendo su consecuencia para el desarrollo de la práctica de EF más que clara.

La realización de actividad física está asociada a esa mejora de la aptitud física, ya que un mayor nivel de actividad física se relaciona con un mayor nivel de aptitud (Delgado & Tercedor, 2002).

En EF se marca como pilar fundamental la adquisición de hábitos de vida activo en el alumnado, jugando un papel primordial las experiencias atesoradas en la infancia y adolescencia por la relación directa existente con la adquisición o no de hábitos activos de práctica deportiva.

El ámbito educativo a día de hoy es complejo y variable, adquiriendo la práctica de EF y deporte una orientación y enfoque que va más allá de la búsqueda tradicional de una relación entre el aprendizaje y el desarrollo de conocimientos y capacidad cognitivas (Molero, Ortega & Moreno, 2010), considerando otros elementos de tipo emocional, social, cultura y ambiental como pilares fundamentales que alteran los procesos de enseñanza aprendizaje (Järvenoja & Järvelä, 2005).

Las nuevas tendencias señalan como agente prioritario para la adquisición de competencias a nivel curricular los aspectos emocionales y afectivos, ya que permiten gestionar y regular el comportamiento, provocando que los adolescentes decidan no sólo qué tareas realizar y su nivel de implicación, sino provocar que dicha práctica física sea satisfactoria para ellos, lo que permitirá un cambio de actitud tanto tanto dentro del aula de EF como fuera.

Las investigaciones también relacionan los aspectos emocionales y afectivos con los aspectos biológicos, conductuales y cognitivos (Barra, 2003). Vallerand & Blanchard (2000) afirman que las emociones se identifican con una respuesta multidimensional condicionada por aspectos de carácter fisiológico, comportamental, cognitivo y social. Estos parámetros pueden hacerse notar a través del análisis de los parámetros fisiológicos, dónde aspectos hormonales, y de variabilidad de la frecuencia cardiaca pueden proporcionar información muy valiosa de la afectividad vivenciada en la práctica.