La educación histórica debe enfocarse en favorecer el encuentro intercultural y conseguir que exista un diálogo pacífico en todas las dimensiones de la vida humana. Esto exige favorecer unas identidades históricas que no se asienten en los mitos destinados a marcar diferencias, sino mostrar que toda cultura es producto de la hibridación.

Ella va a unido con la conciencia de que la acción humana ha sido el motor de cambio a lo largo de la historia y que, precisamente, el presente no es más que el resultado de opciones que se tomaron en el pasado, pero pudieron haberse tomado en cualquier otra dirección. Por ello, porque la educación histórica muestra que pudo haber diferentes escenarios posibles en este presente, es un instrumento ejemplar para dotar de empoderamiento a los estudiantes actuales y hacerles conscientes de las repercusiones de sus acciones actuales.

Una identidad dinámica y una conciencia de agente histórico conforman, necesariamente, los pilares básicos de cualquier ciudadanía democrática, responsable y culturalmente diversa. La educación histórica desde esta perspectiva exige un cambio de punto de vista. Exige no eludir los problemas sociales y controvertidos actuales, sino analizarlos desde una perspectiva histórica.

Para ello es imprescindible trabajar con la idea de conflictividad (base de cualquier convivencia humana) y evitar la parcialidad, la explicación simplista o la ausencia de mención a la conflictividad en las narrativas maestras habituales en la enseñanza de la historia.

La educación histórica desde esta perspectiva exige que los estudiantes entiendan no sólo cómo se genera el conocimiento histórico (historical thinking), sino que se pregunten cómo los mecanismos de poder existentes terminan configurando las narrativas históricas y con qué propósito lo hacen. Toda sociedad presenta en su pasado acontecimientos conflictivos, dolorosos o violentos, ya sea a nivel regional, nacional o global, y en todas las narrativas o discursos históricos han servido un fin que tendía a legitimar a las instituciones de poder existentes en la actualidad.

Negar el papel que las dinámicas políticas y sociales desempeñan en la producción y distribución de las narrativas históricas limitan mucho, precisamente, la capacidad de acción y comprensión del poder existente en la propia acción individual y colectiva de la ciudadanía, sometida a discursos esencialistas y teleológicos. Por tanto, la pretensión de este congreso es apostar por una educación histórica donde prima lo multivocal, la comunicación intercultural como base de toda cultura.

Para ello, intervienen investigadores de reconocido prestigio internacional que permitirán aportar diferentes perspectivas para apostar por una enseñanza de la historia generadora de conciencias inclusivas.