A lo largo de los siglos la apariencia ha sido uno de los instrumentos más eficaces para suscitar sentimientos y transmitir ideas de grandeza, respeto, virtud y admiración.
Consciente de ello, en el siglo XVI la monarquía española subrayó las señas de su autoridad a través de la imagen de la Corona y de una de sus figuras más representativas: la infanta de España, quien formaba parte de la glorificación y escenografía del poder real, encarnando una apariencia majestuosa, cuyo objeto era enaltecer al monarca y a la institución a la que personificaba.
Apariencia y representación de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela en la corte de Felipe II, profundiza en el conocimiento de dos figuras de la monarquía española que contribuyeron a difundir la majestad y la autoridad del rey y la sacralidad de su dinastía con la belleza de sus atavíos, ornamentos y modales.